LA IDENTIDAD HA SIDO DESCUBIERTA

 

Respiro en el límite encantado de la noche desvaneciéndome,

Alrededor de un fuego vagan silenciosas las siluetas de las sombras amadas,

Busco mi centro mientras giro velado y oscuro detrás de ellas,

El torbellino envuelve la tierra del interior oculto, desnudo que nos ilumina.

 

Una caverna misteriosa de formas libres se ha concebido,

Sus paisajes salen de mí, y a veces en espacios me confunden los labios,

Se entrega a la pasión mi sangre y su vino no sabe otra cosa del mundo,

Mi fortaleza es comprender que estas cosas suceden y algo en mí se queda.

 

Se retuercen los cerrojos al soplo del límite que los funde en espirales,

El camino transita entre rocas de sombría majestad congelada,

Las olas traducen en formas los designios del fondo presentido.

 

Penetrado el velo de la carne al temblor sujeta, se deshacen gimiendo los enigmas.

 

La Palabra está quieta, aguardando, como salida de nosotros,

Aunque su cuerpo fue primero que los brazos y los senos que nos despertaron.

Dichoso fue el nacer, infinito en su verbo indeclinable, para que el mundo fuese comprendido.

 

Cuesta recordar, en el miedo exiliados y en el deseo sumergidos sin que los ojos vean,

Divididos nos buscamos sin encontrarnos, entre partes de emoción arrojadas cada vez más lejos.

En la huida siempre perdemos el camino, porque no aceptamos lo que nos pertenece.

 

Golpea la piedra, corazón, hasta que brote el agua que nos sacie,

Pues todo lo que fuera brilla estuvo un tiempo dentro de nosotros,

Y alejarnos de lo vivo fue perdernos.

 

Sobre una mesa gravitaban elementos en el silencio expectante;

Compartíamos la dicha de nombrarlos, aunque no sabíamos para qué servían.

 

El pan y el cuchillo, ambos maestros, mientras los hermanos nos mirábamos,

Mientras los padres nos cortaban el sueño y nos repartían el alimento diario,

Mientras nos enamorábamos de aquel presente temporal que envolvía los rostros y las manos.

 

Y en la naturaleza de tierra firme, ecos de la felicidad reinaban.

 

¿Qué ocurrió más tarde, cuando el ruido del miedo nos hizo padecer y olvidar,

Cuando el agua nos arrastró con su corriente implacable y nos mostró una dura experiencia,

Y probamos el abandono en una ciencia de nudos de red que nos condujo al color culpable de la sangre derramada?

 

La verdad de la vida, y su resplandor, la justicia, se ocultaron en el centro de la tierra

Y solo la verde capa de la hierba quedó a la vista, testimonio de esperanza.

El himno eterno de las especies nos devolvía la imagen del alma, y aún nos dice: “soy”.

 

Buscando refugio, exploramos comarcas separadas por océanos, nos preguntamos de dónde proceden los signos del fuego,

Allá en las alturas arde la hoguera de un antiguo amor, difícil de entender, tal vez soñado.

 

¿Dónde estamos ahora? ¿Quién nos acompaña? Descendemos la escala despacio,

Ponemos los pies uno detrás de otro, y una isla de luz nos aparece.

 

Los pueblos que del honor y de la guerra modelaron la ciudad habitada,

La capital segura, diseñada con sólidas murallas, inaccesible al bárbaro,

Los castillos inexpugnables de la firme inteligencia,

Los pueblos que sirvieron a los dioses fiándose de sus promesas,

Mientras la forma del dios único, desconocido, se alejaba de ellos,

Ahora, bajo tierra, ya no cantan y comparten el silencio del principio.

 

Toda meta fue un idilio imaginario, y su prueba es este instante que nos da la palabra.

 

Ya no se agitan los mercados, comprando y vendiendo,

Y el temor se ha bebido la última copa de un amor derramado.

Entre ascuas y ceniza buscamos un vestigio de paz,

Una huella de hombre que nos conduzca a lo que es nuestro,

a la patria eterna que en un parpadeo diáfano vivimos, sobre la arena del soñado tiempo,

morada de inquietudes que como animales surgen de la incertidumbre.

 

Copiando la virtud de la belleza, en semillas y racimos esparcida,

Edificamos moradas mecánicas, torres de vigilancia con telas magnéticas,

Y no hallamos lo que buscamos por más que el afán modele sus cúpulas de angustia,

Porque no hemos sabido ver y entender la verdad de lo sencillo.

 

Si el océano es insondable, aunque las naves lo surquen despejando su espuma,

si su ritmo musical se expande en ondas de vestidas creaciones,

si bancos de peces lo pueblan compartiendo los latidos húmedos del fondo líquido expresado,

si se levantan islas y continentes de las masas caóticas del abismo de oscura fuente,

¿dónde está el poder, el control sobre las luces que definen el cielo?

 

Lloró la atmósfera sobre la superficie de la tierra que los ejércitos de niebla acapararon,

La tierra, la madre de una estirpe de mortales que prefirieron la piedra al vacío,

Mortales con cargadores y fusiles, con baterías de terror anhelando explosiva venganza,

Profanadores del lenguaje de signos de las estaciones,

Huracanes y plagas que devoraron una cosecha de inocentes como langostas asesinas.

 

Se alzó el tirano en su pedestal de ignominia,

Dio la orden desde la ciudad cercada de cadáveres animados por un impulso de ira,

Se tragó la ley con preceptos falsos y escupió su rabia sobre quienes no pudieron escapar,

Violó a las virtudes y estrechó el mundo en una cárcel de espejismos con dientes de sierra,

Taladró los cuerpos de los vencidos a cruces de madera y exterminó a sus familias que descendieron a las sombras inconscientes de la muerte,

Imprimió libros sagrados y los ilustró con lágrimas de sangre,

Apretando un botón puso en funcionamiento la bomba del odio almacenado en los sótanos de la mentira,

Con tanta crudeza las imágenes se volvieron espectros que aullaban en la noche de cada habitación mutilada.

 

Mientras tanto, entre los asaltos dirigidos de las detonaciones,

Hablando por hilos eléctricos en los camarotes de los barcos que transportaban humana mercancía,

Entre cuadros de ideales con un oscuro punto de fuga capturados por las instantáneas fotográficas de la memoria,

Los embriones apenas tenían gozo de nacer, y sus cordones eran cortados antes de tiempo por los filos de las agujas de los relojes,

Se uniformaban sus entrañas con drogas antisépticas y con anestésicas doctrinas,

Y se colgaban sus órganos – ropaje sensible- en los escaparates cubiertos de máscaras doradas.

 

Treparon por los huesos los perfumes de la inclemencia,

Se vio de pronto un mapa de hermanos insepultos,

Cuyos cuerpos, abatidos por sus propias armas, ensañándose en intenciones,

Llamaban por su herida a la luz del día sereno, esperando el sacrificio.

 

Anduvo el espíritu oreando entre los cadáveres,

Reconociendo a los suyos,

Tocando lo que parecían ser rostros y manos a la intemperie;

Besó su boca y entró como un golpe de aire en su dormido interior,

Y los puso en pie para volver, desnudos de memoria y de llanto.

 

El poema entona la próxima venida del nombre en otro cuerpo infinito,

Cuando el dominio y los reyes depongan sus coronas y abracen la nueva vida en el río invisible que transcurre entre orillas vecinas, despojándose de la carga de sí mismo,

Como una flecha hacia el mar dirigida, más allá de montañas y valles,

Hacia la piel fría de las profundidades que pronto serán animadas y pobladas de aromas terrestres,

Cuando el silencio se levante del enigma del lenguaje y rasgue su delicada tela con el filo del tiempo, y nada sea preciso decir en la manifiesta gloria del día consumado.

 

Sea el bien quien nazca de nuestras ruinas, abiertos estemos al barro universal que nos modela con los dedos magnéticos del mundo misterioso,

Dejemos obrar y unamos nuestras manos para ayudarnos,

Extendamos la palma de la diestra y arrojemos el arma que empuñábamos lejos de nosotros,

Desterrando la antigüedad de nuestro miedo a la sombra de la caverna del nacimiento que nos hizo heredar el dolor,

Sabiendo que quien estaba antes de la memoria de las cosas no nos dejará abandonados

Ni consentirá que quienes lo buscamos no logremos encontrarlo por nuestros propios medios,

Porque solo él conoce el día y la hora. Bástenos experimentar la vida a nosotros.

 

Una sola semilla arrojamos a la extensión difusa de la tierra cuyos sensuales miembros nos impulsan y nos abrazan con el calor materno,

Una sola moneda invertimos en un banco cuyo crédito ficticio es nuestra alma echando a volar desde su consciente crisálida,

En el destierro invocamos el nombre del Regreso, para que la danza del espacio imaginario salga de la puerta de nuestro cuerpo

Y poseamos la promesa y habitemos la suave gloria de sentirnos unidos y poderosos como un solo viviente por medio del amor recién despierto que crece en los escondites del enigma.

 

En la quietud de la realidad vacía

Los montes luminosos se movían con el juego de la emoción innata

Y dos contendientes sobre la cuerda de la armonía

Combatían el uno contra el otro,

Y dos amantes se besaban juntando sus bocas

Para hacerse eternos en el canto matinal del pájaro esperado.

 

La señal estaba próxima,

Pero nadie supo del azar del milagro

Porque un terremoto conmovía las torres de hormigón lógico,

Las propiedades se desvanecían en los reflejos del agua original,

Las conquistas y los descubrimientos hacían desaparecer su sombra en el peligro,

Las vías cimentadas por la tradición heredada se encogían

En la pantalla de un cine admirado por espectadores dormidos,

Las fábricas no producían más que latas de aire comprimido y pastillas de dorada ansiedad aparente,

Porque había llegado la Era del Espíritu, y pocos supieron alzar la mirada para sostener la libertad de su imagen.

 

Los pueblos agrupados en las laderas de las montañas,

Al borde de las playas donde los marinos extienden sus redes ampliamente,

Y el corazón que ha recorrido todos los paisajes y se ha quedado en las raíces de cada cosa,

Cada cual en su tarea, servidor de la armonía que lo justifica y consuela,

Todos y cada uno se sienten libres, hermanados por la conciencia de no haberse separado nunca – salvo en un soñado éxodo- del principio de admiración celeste.

 

El credo, la raza, el honor y la gloria, ¿no se disuelven en esta percepción cual vivientes que solo pueden repetir, envueltos en la llama que purifica,

El nombre de lo mismo, de lo que siempre estuvo con nosotros,

y de lo que tenemos el deber de recordar?

 

En los bordados inciertos de los telones, manchados de púrpura de sangre que rememora el primer paso del animal que fuimos,

Reptando inconsciente en la evolución de las tinieblas,

La tragedia se desintegra en átomos cada vez más pequeños y sus réplicas animadas – dibujos de coleccionista- no equivalen al conjunto sagrado que despierta, divino, en un rayo de luz más allá de la superficie del mar y al borde de las islas orientales.

 

Escucha las palabras de la tribu alrededor del fuego que cocina las esencias de lo sensible, próximo, social y humano,

¿no son ecos, balbuceos de la palabra única que hizo andar nuestro cuerpo todavía ignorado?

¿ y esas herramientas talladas por hábil mano, desplazadas cada vez más lejos, ingenios que capturan la información del entorno, que siembran los caminos de la tierra, que parecen no terminar nunca, aunque no son más que juguetes de una ciencia de presunciones, siempre dispuesta a volver a empezar desde lo remoto, no aceleran la búsqueda de nuestra identidad completa?

 

Contaban que el cazador se perdió en el bosque, herido por la fuga del último venado invisible,

Su mujer y sus hijos guardaban la casa, y hablaban de la resurrección de los muertos mientras removían la olla de la sopa,

El último hombre entregado al misterio nos ha dicho: “vivid desde la verdad de sentiros libres, no codiciéis lo insensible, ni adoréis la reliquia de una maldición,

Ni el arte ni la técnica dobleguen el juicio, ni encerréis en cárceles el fruto de vuestro trabajo, robando y sometiendo, mintiendo y perjurando, porque lleváis el tesoro con vosotros, y lo encontraréis compartiéndolo todo”.

 

La Madre que nos ha unido y modelado con suaves abrazos,

La Tierra que nos ha liberado con el susurro de sus bellas manifestaciones,

La que obtiene un sentido de los seres que la pueblan,

Que devuelve el polvo al polvo para reciclar su símbolo en una verdad recién inspirada,

La misteriosa, la encantadora, la sensual, la divina forma e imagen de lo oculto a nuestros ojos,

La piel sólida de las emociones que vuelan al cielo como aves de inteligencia,

Ella, la viva y verdadera, no nos abandona, ni puede crearse ni destruirse,

Aunque en su creación nosotros obtenemos la alegría del íntimo encuentro.

 

Se disuelve la fantasía del tiempo en la hojarasca sigilosa de los números ornamentales,

Se prueba el nudo de las circunstancias con la perspectiva de la palma de la mano,

La mente desliza la barca por el río; todos unidos entonamos la canción de la paz reunida.

 

Abolido el velo de la distancia, somos el objeto de la visión.

 

La primavera se remonta a las avenidas de cristal magnético;

Ellas, en un detenido recuerdo resplandecen como limpias estrellas de silencio,

Y las cadenas se desvelan en notas de música interna,

Silban exánimes a un rebaño de lobos que se ahogan en estrangulada ceniza,

Porque el banquete la sangre el camino nunca han sabido terminar,

Asomados a un desolado frío,

A una impureza depuradora que los salva del sueño de sí mismos,

Sacerdotes impúdicos se revuelcan como cerdos en el fango de los limbos recién nacidos,

La mesa se despliega para dioses y hombres que viven de la misma manera,

Con túnicas de una profunda soledad, ungida la piel por su propia y buscada nada que acepta el rostro tal vez sagrado del desconocido,

Y ya el taladro de un trueno en la báquica copa ofrendado

Nos quema la angustia de la muerte y nos transforma en misterio creativo,

Celeste voluntad nos enamora y nos entrega a lo que – amor nunca nombrado- nos contiene,

El alimento es una luz desorientada a la que otorgan poder nuestras manos,

El eterno que su crisálida ha roto,

Porque no hay mundo fuera de nosotros.

Decidimos el mundo que habitamos.

 

El deseo edificó sus cárceles virtuales, arquitecto y albañil de andamios logísticos,

Con un reloj en el centro que marcaba la hora del tamaño de una manzana partida por la mitad.

El río estancado del sumidero, los retretes expulsando gasolina y azufre para mantener contactos y mecanismos,

Los peces muertos de los acuarios de oficina y un mapa bélico por fondo de pantalla de ordenador,

Los pasillos y los probadores amplificados por espejos y altavoces y los micrófonos y las cámaras ocultas fabricando imágenes de cucarachas disputándose la basura,

Esta era la descripción de las circunstancias, hasta que un cortocircuito la devolvió a la expansión del clima social, al invicto silencio que envuelve las cosas.

 

Una lanza de amianto atravesó la coraza de ozono y la generación del dedo sobre el botón gimió con dolores de parto,

La lengua se replegó en la boca. Ya la ciencia y sus máximas no pueden salvar a nadie.

Hemos alcanzado a tocar la corteza de los desolados astros, huyendo con temor desde la vasija de barro que nos sació con el agua del amanecer.

Anuncios de redención se suceden en carteles al borde de las autopistas colapsadas por el tráfico de los idiomas confundidos,

Falsos testimonios de iglesias y de sectas que han sustituido la razón sana por la enferma superstición,

Adoradores de sombras proyectan su película y se la hacen creer a quienes han olvidado su naturaleza tan divina como cualquier otra.

La moda de no renunciar al orgullo, la cinta transportadora de los núcleos masivos…

¿Qué es el hombre: un producto ficticio de sí mismo? ¿El esqueleto de su verdad humana? ¿Una máquina del odio heredado que lo ha poseído?

 

Desciende, poesía, a curar al hombre viejo y atrapado en su lenguaje sin referencia,

Atraviesa sus aprendidos confines y aumenta la extensión de su cuerpo,

Vuelven los días a recordar el instante completo del sol sobre la hierba dorándose de grano,

Nuestra alergia a la verdad primitiva que nos hizo caminar delante cuando éramos dichosos

Es un fantasma condicionado que se agranda en nuestros hogares telemáticos cercados de alambres oxidados que reproducen discos de muertos coronados de consumibles,

Como en Egipto y en Roma los dioses de piedra, incapaces al diálogo, derribados por el rayo y las plagas,

Hasta que una vaca roja nos otorgue la leche de nuestra infancia, y un cordero nos sacie el paladar que ha engullido cual serpiente millones de residuos radiactivos.

 

La caravana de los supervivientes, atravesando la planicie de la inclemencia,

Fotografió y filmó con archivos manuales las ruinas gloriosas del Tiempo Arquitectónico.

Las fieras deambulaban bajo los arcos de elástica niebla, con ojos salvajes recorrían los baños y las habitaciones de las que pendían tétricas cortinas de nostalgia;

La perspectiva de las montañas incandescentes se disolvía al contacto de los dedos solares,

Y en las fotografías, y en los vídeos, y en los retratos pintados, las radiografías de los muertos maquillados traspasaban los contornos cuadrados de los prejuicios disecados en las vitrinas mentales,

Salían de sus urnas los cielos desteñidos de ángeles garabateados, las momias de caucho gemían derretidas en los hornos crematorios de los grandes centros comerciales,

Los nombres sucumbían ante el Nombre de la Nada, y revivían con tibia mecánica cual juguetes de niños olvidados de crecer.

Tristes estatuas de la Esclavitud Heredada, los héroes y los jinetes, los estrategas y los eruditos no eran capaces de salir de sus tumbas para mentir de nuevo,

Y en esta novela de estampas escritas, periódicas, el aire se colaba por entre los párrafos y las noticias diseñadas al uso de un colegio de recuerdos opacos,

Mientras la emoción regresaba a la Tierra, la sabia verdad que siempre permanece.

 

El velo innato de la Tierra, la Comarca del Amanecer Silente, se va cayendo y se derrama en un cálido y orgánico transcurso.

Nuestros ojos ven solo apariencias de símbolos hasta que la transparencia del alma los absorba,

Los mares azules tiemblan en el cáliz de las flores sonoras con el instrumento alado de las abejas y de los colibríes,

Las altas potestades del cielo surcado por nubes de móvil blancura se transforman en cascadas de lluvia incesante,

Los continentes se acercan, dilatándose, desde las profundidades del manto inconsciente,

Las islas y sus habitantes, vestidos de pieles y plumas, se aproximan y sus voces confusas en la noche dividida se alían para congregar la Voz de Todos los Tiempos.

 

En tanto se está quebrando el cascarón de la intuición, porque los objetos se pierden en los remolinos del río que hace brotar la sombra verde de la selva,

Se va desnudando el peregrino, reconociéndose extranjero, él y toda la familia, su mujer y sus hijos,

Su yo se va agrandando hasta trascender su circunstancia que lo arropa con el calor de un vestido prestado,

Y mientras se desnuda para bañarse en el agua que corre en una dirección causal en el remoto azar fragante,

Recupera una dignidad anterior a la norma, una condición previa a todo juego lógico,

La memoria fiel de la absoluta libertad, la propia vida.

 

Que se muestre la revelada, la Unidad, por armónicos acordes sostenida y calibrada,

Adornada de emociones, y que el deseo sucumba, diabólico, ante ella,

Que salga del cuerpo estremecido dando un grito.

La evasión de las estrellas, el ensueño del sol y la piedad de la luna

Han abolido la infinita ilusión de la distancia expresada,

Y ya todo está cerca del corazón que late con nuevo impulso,

Todo está en el corazón nuevamente.

 

Visitamos el sepulcro de mañana:

La caverna pintada con cal, llena de representaciones

Nos abrió sus puertas vanamente sólidas en la dorada ilusión de un sueño;

Su misterio absorbió el mal con una oculta armonía silenciosa,

Las figuras se borraban ante el rigor de la noche que se extendía sin tregua,

Y una ofrenda de lágrimas brotó de nuestros no saciados ojos.

 

Buscábamos al viviente,

En su lugar estaban los signos de la ausencia;

Comprendimos que era la espera de un sepulcro sellado por una piedra oscura

Que ya no estaba en el sitio de costumbre;

Pero nuestra mente aguardó, y al fin se deshizo el enigma del secreto divino,

Y recuperamos el rostro perdido en la ley de la distancia,

Hasta reconocernos reales y libres para siempre.

 

Nada puede ser controlado, la experiencia se alimenta de lo desconocido.

Sea, no obstante, la esperanza el amor que nos reúna de entre las fuerzas inertes,

Sea nuestro dios y nosotros seamos su pueblo,

Sea lo mejor de nosotros, por tres veces recordado en la invocación de cada día,

Para que nos libre de lo que nos aparta de la verdad, nuestro reflejo intermitente,

Haciéndonos rondar infernales círculos de olvido que nos quema los huesos

Hasta la irreductible médula luminosa, de la que surge la sangre que recorre las visiones.

 

Manteníamos una cárcel de hábitos impuros

Al separar y dividir lo que estuvo unido y firme sin ser jamás conmovido,

Atribuyendo al objeto cualidades del sujeto que justifica todo lo que tocan sus manos,

Enfrentándolo a él, fortificando el mal con hábitos y arrojando piedras sobre las tumbas abiertas,

Con miles de homicidios edificando un muro de falsas intenciones, monumento al que hemos llamado historia,

Pero la voz es imposible de acallar, y derrumba murallas de barro y de cemento,

Y se escucha desde todos los puntos de la tierra.

¿Qué campo de batalla acotaréis que pueda contenerla, que sea capaz de silenciarla?

No es la voz de un hombre, a quien una herida puede matar,

Es la voz de todo viviente, que llega a la vez desde todas partes,

Que en un vaso frágil cabe, aunque nada puede contenerla ni dispersarla,

Ni mucho menos destruirla, y su corriente arrastra el río del tiempo adonde quiere.

 

El Testigo Interior, el Contemplado, ha dejado libres las fuerzas de la naturaleza,

Y el vacío formado en el centro de la creación, como el hueco en el vaso,

Ha albergado todo lo que en principio estaba fuera, y era viejo y caduco hasta llegar a entristecernos;

Nunca más los amantes estarán separados, nunca más el hijo lejos del padre,

Nunca más la madre abandonada, la viuda ni el huérfano, ni el perseguido ni el humillado,

Ni el enfermo ni el desvalido; el poder emerge del espíritu e invade esta parca creación, y renueva sus pilares con cantos alegres de libertad, meciendo su transcurso.

 

La victoria celebra el tránsito: el discurso de los elementos alrededor del alma,

Aquella pequeña parte presta al cambio, a la intuición, renuevo que no desaparece

Cuando se disuelven los intervalos tenues de las apariencias, cuando su red se rompe

Penetrada por la lengua del amor, que le otorga el sabor escondido de la sabia dulzura,

Anterior y póstuma al destello de la comprensión, una breve isla en su océano emergida,

Bendición de las aguas, cuyas playas reciben y relevan el mensaje de las olas conscientes.

La victoria celebra el superado sueño de la muerte hacia la espaciosa eternidad del regreso.

 

Al pie de la montaña refulgente – la esperanza, humana estirpe- que expulsa estrellas y luminarias al misterio celeste,

El lobo aúlla a los ingrávidos nombres de la superficie de la intemperie concebida;

Hemos domesticado su raza, y su frente se adapta a nuestras manos

Como la emoción se adapta a la razón y la completa,

Así el cuerpo aguarda el alma, la materia se modela al calor del mundo ilusorio para condensar la verdad,

Y un hijo rompe la placenta del caos en la húmeda tiniebla, transparente fruto cuya carne despierta la sensible escala del encuentro,

Más allá de la doctrina y de la ciencia, sus pálidos reflejos en el cauce de la piel.

 

No queda ya doctrina ni confesión, ni templo que no sea el común a los vivos.

Los espejos han sido quebrados, sus ídolos fundidos al fuego del espíritu,

Y la identidad recuperada, bebiendo de nuevo en la fuente de la memoria

Al comienzo del río del olvido y del recuerdo que arrastra los cuerpos al océano de lecho misterioso del que surge la tierra milagrosamente,

Tal que si fuésemos niños, por segunda vez nacidos, pero ahora alumbrados por una luz consciente que parte de nosotros,

Una luz que destruye las mecánicas encarnaciones, que desvanece el parpadeo de la tiniebla dando vida a los muertos dormidos en el ensueño del sufrimiento,

Una luz de incontables formas, la luz de los ojos de pronto abiertos al alma; tu amor y el mío, nuestro revelado universo.

 

De «El milenio y otros poemas»