En esta concha de sombra,
en la venera íntima de la mente
que se abre como una rosa a la luz,
leo las letras de los sentimientos
como un contrato en que todos los hombres
participando, encarnaran la vida.
Escriben cada cual con sus tinieblas
por tinta, en el libro del recuerdo,
abismo que cuando la luz lo toca
se vuelven claridad todas las cosas
e incluso veo a través de mi cuerpo.
Mi alma – lo más mío de mí mismo,
por donde te conozco- se modela
cual perla de nácar en esta sombra
de mi alcoba, aún poco iluminada.
Y en ella la belleza toda cabe,
no para sí, para otra luz futura.
La nota del interruptor se apaga
antes del sueño que antecede al día
y las letras y el libro se deshacen.
Pero en el más allá de la ventana
una luz nueva irrumpe y me despierta.
Los recuerdos del libro de la noche
son ahora estos paisajes que me nombran
de la misma materia de tu voz.