Aquí,
en tu casa,
el pozo de la noche,
el jardín luminoso de tu amor
y el mar al fondo, diluido.
La silla de sombra
que sostiene el suspiro de mi cuerpo,
y el alma en hierba y flores esparcida,
y, nunca arrepentidos, libres pájaros.
Un tesoro de agua
bebida por los árboles fulgentes
en el centro de la tierra cantando
sube, himno lento, al cielo de los ojos,
ala distante que acaricia el día.
En el templo del aire
oigo latir el mundo en ti, de nuevo.