PIEDAD – EL SENTIDO DEL TIEMPO

En el centro del mundo una mujer estaba.

 

Su nombre era Ausencia,

y en el sol del misterio se arropaba.

 

Antes que todo ya existía

y las ondas del bien eran su piel de fuego

y sus vestidos eran la lengua de las cosas,

y sus ojos hacían la mirada del tiempo.

 

Antes de todo resplandecía su nada.

 

La dama, sin saberlo,

por un amor invisible creada,

guardaba en sí el secreto de la vida

y en sí misma, el Sentido ya habitaba,

pero era aún su voz melancolía

porque sola, sin el ser, se encontraba.

 

Su aliento tomaba muchas formas,

mas ninguna permanecía estable.

Como un suspiro todas la dejaban.

 

Como un sueño sus palabras huían

y el silencio de una última palabra

buscaba un nido donde cobijarse

cual paloma que vuela apresurada.

 

Era su ignorancia la tristeza.

No obstante, dentro de ella,

en el vientre tan débil de su cuerpo

el mundo nuevo y pleno se gestaba.

 

Y ella no lo sabía,

y era virgen a su propia conciencia,

y su propia experiencia la turbaba.

 

En su dolor buscaba el nacimiento

de una verdad que su vida expresase.

Al término de todo ella esperaba.

 

El dolor cesó.

Su mal salió de ella.

El bien se presentó ante su mirada.

 

Era el mundo un hijo suyo,

un oscuro amor era su padre,

y el hijo en su sentido se encarnaba.

 

El hijo era el universo.

La madre era el alma.