Ya sé. Es hondo el pozo de tu nombre,
oscuro y permanente es su vacío,
y su luz impenetrable a los ojos,
y las aguas brotan de sus entrañas
donde suenan –ángeles- los misterios.
Mas no me basta el frío de tu noche,
ni los seres intuidos que la habitan,
ni la gloria de un imborrable hueco
donde se arroja el cadáver del mundo
en una nueva y redimida forma.
Te amo como fuente sin medida,
cual río sin orillas, mar sin costas
o sol sin rayos que salgan al día.
Esperando de ti me voy llenando
con el agua que bebo de tu imagen.
Y de mi carne tú te vas volviendo.