Una clase de primaria. Nueve alumnos de aproximadamente doce años de edad, sentados cada uno en su respectivo pupitre, atienden a Don Pío, el profesor. Don Pío escribe con tiza en una pizarra, delante de una mesa baja.
DON PÍO (explicando una ecuación de primer grado): Mirad, niños, esta es la incógnita, ¿veis?. Incógnita quiere decir aquella cantidad cuyo valor aritmético no conocemos… Lo que nos interesa es descubrir la incógnita, porque lo demás ya lo tenemos. Estos números nos ayudarán a descubrir la incógnita, porque los demás ya los tenemos. Son como agentes de policía, ¿sabéis?. Si la incógnita es el sospechoso, lo que tenemos que hacer es aislar al sospechoso, dejarlo solo para que no pueda comunicarse y escapar, como en la cárcel, ¿veis?. Así que vamos a separarlo a la derecha del signo igual, pero ¡cuidado! Las cantidades cambian de signo al cambiarlas de lugar, no lo olvidéis… Las cantidades son como los partidos políticos… O están a la derecha con un signo o a la izquierda con otro… Los signos son el positivo y el negativo. De esta forma (consigue despejar la x) ya tenemos en la cárcel a la incógnita. Ahora vamos a descubrir su valor (señalando a un niño) ¿Cuál crees que es su valor, Juanito?
JUANITO: Lo que está a la izquierda del signo igual.
DON PÍO: ¡Exacto! ¡Muy bien, Juanito, muy bien! (los demás niños miran al vitoreado) El valor de la incógnita son estas cifras que tenemos aquí, cada una con un signo. Ahora vamos a resolver la operación. Esto ya no importa, porque lo sabe hacer cualquiera. Lo importante en las ecuaciones es despejar bien la incógnita, ¿estamos?. Muchos se confunden en esto, que es lo único importante… A ver, ¿sabéis ya resolver una ecuación de primer grado?
TODOS LOS NIÑOS A LA VEZ: Sí.
DON PÍO: ¿Conque sí, eh? Muy bien, pues voy a haceros caso. Voy a poneros una ecuación para mañana. Los que la resuelvan correctamente, tendrán premio. ¡A ver lo que sois capaces de hacer! (dictando) Copiad: 2x + 24 = 322 – 5. A ver si encontráis al sospechoso. ¡Buena suerte!
UNA NIÑA: Profesor…
DON PÍO: ¿Qué pasa, Isabelita?
LA NIÑA: ¿La tenemos que resolver solos o podemos pedir ayuda a nuestros papás?
DON PÍO: La tenéis que resolver solos… ¿Si no, qué mérito tendría?
UN NIÑO: Profesor…
DON PÍO: ¿Qué ocurre, Samuel?
UN NIÑO: ¿La incógnita siempre es la x o puede ser un número?
DON PÍO: Siempre es la x, hombre… Si fuera un número, ya no sería incógnita…
OTRO NIÑO: Profesor…
DON PÍO: ¿Qué ocurre, Gonzalito?
EL NIÑO: ¿Y la incógnita puede valer cero?
DON PÍO: Sí. Puede valer cero.
EL NIÑO: ¿No dijo usted que tenía que tener un valor?
OTRO NIÑO (haciéndose el gracioso): ¡Como el valor de tus exámenes!
Risas de la clase.
EL MISMO NIÑO (avergonzado): Mentira, yo saco mejores notas que tú… y eso que no copio de nadie como tú haces…
EL OTRO NIÑO (PROTESTANDO): ¡Yo no copio de nadie, idiota!
EL MISMO NIÑO (protestando también): ¡Idiota tú!
DON PÍO (levantándose y dando una palmada sobre la mesa): ¡Basta ya! ¿Os tengo que castigar a los dos?
GONZALITO: Empezó él (acusando al otro)
DON PÍO: ¡Me da lo mismo quién empezara! Dos no discuten si uno no quiere. Así son las guerras entre los hombres… Por un quítame allá esas pajas se toman las armas y se matan inocentes… Hay que ser personas, ¿estamos?. Aquí todos somos iguales…
La clase guarda silencio durante unos segundos.
UNA NIÑA: Profesor…
DON PÍO: ¿Qué pasa, Elisita?
LA NIÑA: El otro día, Martín me llamó una cosa muy fea…
Martín es el niño que dijo la gracia anterior.
MARTÍN ( protestando): ¡Chivata!
DON PÍO: ¿Es eso verdad, Martín?
Martín baja la cabeza y no dice nada.
DON PÍO (al niño): ¡Estoy hablando contigo!
MARTÍN (desde el asiento): Perdón.
DON PÍO (divagando): Muy bien hecho. La reconciliación es la mayor de las hazañas. ¡Vaya! (mirando el reloj) Se acabó la hora de aritmética. ¡Empezamos la tarea de lectura!
TODOS LOS NIÑOS AL UNÍSONO: ¡Bieeeeeeen!
Don Pío se sienta en la mesa del profesor y extrae un libro del pupitre.
DON PÍO: A ver, sacad el libro de lectura.
Los niños extraen un libro de sus pupitres.
DON PÍO: Empezamos leyendo el cuento cuyo título reza (hojeando el libro y deteniéndose en una página) “El niño bueno”, en la página 26 de vuestro libro… A ver, Javier, vas a empezar el cuento tú.
JAVIER (siguiendo la lectura con el dedo): “Había una vez un niño que vivía en un pueblo donde todo el mundo era ignorante. Sus padres eran ignorantes también, y no le pudieron enseñar nada. Siempre le decían: “Hijo, ten cuidado de no hacerte daño jugando con los otros niños. Ellos intentarán aprovecharse de ti”. Era todo cuanto sabían. Una vez el niño salió a jugar al campo y vio a dos niños peleándose por ver quién era el más fuerte. Esto le disgustó, porque las peleas no sirven más que para lastimarse. Entonces les dijo a los que se peleaban: “No hagáis eso. El más fuerte es aquel que nunca pelea”. Los niños lo miraron y uno de ellos le preguntó: “¿Y por qué tenemos que hacerte caso?”. El niño les respondió: “Porque me lo dijo mi padre, que sabe más que vosotros”. Ellos interrumpieron la pelea, convencidos de lo que les dijera. Otras veces encontró a otros niños peleando y también les dijo lo mismo, y pronto todos los niños dejaron de pelearse. Pero un día, un niño, acompañado de un grupo de niños, le preguntó al pacificador: “Niño bueno, ¿quién es tu padre?”. Él les respondió: “Mi padre es como el vuestro”. El otro niño le dijo: “Llévanos junto a tu padre, porque queremos conocerlo”. Pero el niño bueno le dijo: “Mi padre no es diferente del vuestro. Escuchad cada uno a vuestro padre, y os dirá lo mismo que me dice el mío”. Pero entonces, uno de la cuadrilla, envidioso del niño bueno, que empezaba a convertirse en el líder de todos, le dijo: “Tú eres un mentiroso. No tienes padre”. Él le replicó: “Sí lo tengo”. Pero ellos le exigieron: “Enséñanoslo”. El niño bueno se incomodó y les dijo: “Mi padre no vive aquí”. “¡Mentira! ¡Mentira!” gritaron los otros niños, y, agarrándolo, lo tumbaron en el suelo y comenzaron a burlarse de él y a golpearlo. Él no se defendió. Llegó la noche y se fueron, dejando al niño bueno tumbado y sucio en el suelo. Pero a la mañana siguiente…”
DON PÍO (interrumpiéndolo): Bien, Bien, Javier, ya es suficiente. Sigue tú, Samuel.
SAMUEL: “Pero a la mañana siguiente el niño, sucio y lastimado como estaba, se presentó en medio de los otros niños que jugaban en el campo, y les dijo: “Me habéis golpeado, pero vuelvo otra vez a vosotros. Cuantas veces me lastiméis, otras tantas veces regresaré a veros para recordaros lo que habéis hecho conmigo y no tomaré venganza. Así sabréis que digo la verdad”. Los niños se asustaron un poco al verlo, pero después, reflexionando, le pidieron: “Niño bueno, niño bueno, manda sobre nosotros”. El niño les contestó: “Yo no mando. Yo obedezco a mi padre”. Y desde aquel día, el niño bueno se convirtió en jefe de los otros niños” (pausa) Se terminó.
DON PÍO: Admirable cuento, a mi fe. Tenéis mucho que aprender de él. El niño bueno es la imagen de lo que todos vosotros debéis ser, desechando los conflictos y la violencia, que engendran odio, y aplicando el amor indiscriminadamente a todos vuestros semejantes.
UN NIÑO: Profesor…
DON PÍO: ¿Qué pasa, Juanito, lumbrera de la clase?
JUANITO: El niño bueno, ¿existió de verdad?
DON PÍO (dubitativo): No tiene importancia que existiera o dejara de existir. Lo importante del cuento no es su protagonista, sino su obra, es decir, su actitud. El niño bueno es un símbolo de la virtud. Lo demás no son más que accesorias palabras.
UNA NIÑA (levantando la mano): Profesor, ¿qué es un símbolo?
DON PÍO: Pues un símbolo es algo que remite a otra cosa. Por ejemplo, cuando digo, si estoy preocupado: “me arde la cabeza”, no quiere decir que mi cabeza esté en llamas, sino que me duele bastante.
OTRO NIÑO (levantando la mano): Profesor, ¿y cómo se sabe cuándo una cosa es un símbolo y cuándo no?
DON PÍO: Buena pregunta, Vicentito. Es difícil saberlo, pero para ello es necesario investigar la razón de fondo que tenía la persona que dijo una frase simbólica. Lo mejor es no quedarse con las primeras impresiones.
OTRO NIÑO: Profesor, ¿y cuando alguien muere y dice la gente “ va al Cielo” es un símbolo, verdad?
OTRO NIÑO DISTINTO: ¡No es verdad, no es verdad!
EL OTRO: ¡Sí es verdad! ¡Me lo dijo mi abuela!
DON PÍO (poniendo orden): ¡Silencio! No hay que pelearse por diferencias de opinión. Cada uno tiene derecho a formular sus dudas… Pues bien, respecto a lo de ir al Cielo, no se sabe si es un símbolo o por el contrario, su significado es literal. Es una cuestión que no podemos conocer ni debatir, porque nadie que haya ido al cielo ha vuelto para darnos la noticia. Así que los que opinen una u otra cosa sobre el particular están empatados.
Los niños guardan silencio. De repente, un individuo cuya naturaleza es aleatoria, entra en clase e interrumpe al profesor.
EL INDIVIDUO: Don Pío. El Director del colegio quiere hablar con usted.
DON PÍO: ¿Ahora? Estoy impartiendo clase.
EL INDIVIDUO: El Director dijo que tenía que ser de inmediato.
DON PÍO (dudando): Muy bien. Dígale que voy ahora mismo.
El individuo sale de clase.
DON PÍO (levantándose): Tengo que irme un momento (señalando a un niño) Juanito, tú quedas encargado del orden. Te doy el mando mientras me encuentro fuera. Vosotros, niños, obedeced a Juanito en todo hasta que vuelva. Y tú, Juanito, compórtate como lo haría yo.
JUANITO (levantándose y sentándose en la mesa de Don Pío): Sí, profesor.
DON PÍO: Bien, bien… Hasta luego. Portaos bien (sale)
Cae el telón
La misma clase. Juanito sentado en la mesa del profesor. Silencio sepulcral durante aproximadamente un minuto. Después de un lapso de tiempo, Vicentito habla.
VICENTITO: Me aburro…
JUANITO (desde la mesa): ¡Pues te callas!
GONZALITO: Yo también me aburro…
JUANITO (enfadado): ¡Aquí se calla todo el mundo o empiezo a castigar!
Silencio.
SAMUEL: Yo quiero seguir leyendo…
JUANITO: No puedes seguir leyendo porque ahora no es momento de leer.
Silencio.
ISABELITA: Tengo gana de ir al baño.
JUANITO: Mientras no vuelva Don Pío, nadie puede ir al baño.
ISABELITA (protestando): ¿Por qué?
JUANITO: Porque lo digo yo.
Silencio. Los niños se aburren. Un niño, sentado detrás de otro, comienza a tocar su espalda con la punta de un lápiz. El otro niño se revuelve y le da una bofetada, todo en silencio.
EL NIÑO GOLPEADO: Juanito… Martín me ha pegado.
EL OTRO: La culpa es de Javier. Él me molestó primero.
JUANITO (levantándose y dando una palmada en la mesa, imitando al profesor): ¡Basta ya! Aquí no se pelea nadie… ¡Martín y Javier, castigados! ¡Poneos de cara a la pared!
MARTÍN (protestando): ¡Yo no tuve la culpa, Juanito! ¡Fue él quien me molestó con la punta del lápiz! ¡A mí no puedes castigarme! ¡No es justo!
JUANITO: Me da igual… Soy yo quien da las órdenes y os digo que os castigo a los dos por interrumpir la clase.
Los niños, obedeciendo de mala gana, se colocan de cara a la pared. Silencio de nuevo.
ISABELITA: Juanito, quiero ir al baño.
JUANITO: Ya te dije que no podías ir.
ELISITA (intercediendo por su amiga): Juanito, Isabel tiene gana de ir al baño y no puede contenerse más… Si estuviera Don Pío, la dejaría ir.
JUANITO: ¡me da igual lo que hiciese Don Pío! Ahora soy yo el que mando y digo que se tiene que aguantar.
ELISITA: Pero no puede.
JUANITO: ¡Pues me da lo mismo! No quiero que vuelva Don Pío y me eche las culpas de incumplir mi obligación por un capricho vuestro, o por una necesidad, como lo quieras llamar… Aquí todo el mundo ha de estar en el mismo estado que cuando se fue Don Pío, para que cuando vuelva, vea todo como estaba y me diga: “Juanito, has hecho bien lo que te mandé”.
ELISITA: Pero eso es imposible porque, mientras tanto, suceden cosas.
JUANITO: Pues yo prohíbo que sucedan.
ELISITA: No puedes.
JUANITO: ¡Sí puedo!
ELISITA: No puedes.
JUANITO: ¡Elisita! (señalándola) ¡Castigada por desobedecerme! ¡A la pared!
ISABELITA: No puedes castigar a mi amiga. Ella solo habló para defenderme.
JUANITO (irónico): ¿Ah, sí? ¿Otra rebelde? Aquí para hablar hay que pedir permiso… Como le quieres tanto a tu amiga, la vas a acompañar en el castigo. ¡Las dos a la pared!
Las dos niñas se levantan y se ponen en la pared, junto a los niños. Silencio sepulcral.
VICENTITO: Me aburro…
GONZALITO: Yo también me aburro…
JUANITO: ¡A callar! ¿También tenéis gana de ir a la pared?
VICENTITO: No queremos ir a la pared. Queremos hacer algo.
JUANITO: Está prohibido hacer algo mientras no vuelva Don Pío.
GONZALITO: ¿Y cuándo va a volver Don Pío?
JUANITO: No lo sé. No me lo dijo.
VICENTITO: ¡Ya sé lo que podemos hacer! Juanito, ¿nos dejas leer el cuento del niño bueno? A Don Pío le gustó mucho…
JUANITO (pensándolo): Está bien. Es un cuento muy bonito. Podéis leerlo, pero solo ese cuento, no otros.
VICENTITO: ¡Vale! ¡Gracias, Juanito!
Los dos niños sacan el libro para leer.
MARTÍN (desde la pared): ¿Nosotros también podemos leer el cuento del niño bueno?
JUANITO: No. Vosotros no. Estáis castigados.
MARÍA (una niña tímida): Juanito…
JUANITO: ¿Qué pasa, María?
MARÍA: ¿Puedo morderme las uñas?
JUANITO (riendo): Claro, María, eso no está prohibido…
MARÍA (con voz débil): Gracias…
Silencio. Las niñas que están castigadas, para no aburrirse, comienzan a dibujar con lápiz un muñeco en la pared, una especie de caricatura, y le ponen encima un letrero que reza: JUANITO. El encargado se da cuenta de lo que hacen.
JUANITO: ¡Elisa! ¡Isabel! ¿Qué estáis haciendo?
LAS DOS: Nada…
Juanito se levanta y las descubre.
JUANITO: ¿Conque sí, eh? ¿Burlándoos de mi autoridad? Pues ahora veréis… ¡Castigadas!
ELISITA: Ya estamos castigadas.
JUANITO (dudando): Es verdad… Pues ¡de rodillas!. Eso es, ¡de rodillas!
Las dos niñas se arrodillan. Juanito contempla su propia caricatura y ríe en voz baja.
JAVIER: Juanito, no deberías haber mandado poner de rodillas a las niñas. No se lo merecen. Se aburren porque las castigaste sin culpa.
JUANITO: ¿Y Quién eres tú para discutir mis órdenes?
JAVIER: Soy un niño como tú. Y sé que si Don Pío estuviera aquí, te castigaría a ti, y no a ellas.
JUANITO: Por encima de estar castigado, te atreves a poner en duda mis decisiones. ¡Eres un pobre tonto!
JAVIER: Soy un niño como tú.
JUANITO: Pero no tienes poder para llevarme la contraria.
JAVIER: Si incumples tus obligaciones, sí.
JUANITO: ¿Y cómo sabes tú que incumplo mis obligaciones?
JAVIER: Porque no atiendes a razones.
JUANITO: ¿Y Quién eres tú para…?
JAVIER: Soy un niño como tú.
JUANITO (golpeando el suelo con el pie): ¡Basta! ¡Por llevarme la contraria y desafiar mi poder, de rodillas!
Javier se arrodilla.
MARTÍN: Yo también quiero estar de rodillas, porque me parece injusto lo que has hecho con Javier.
JUANITO: ¿Ah, sí? Pues, ¡venga, venga! Acompaña a tu amiguito. Así, así. Aquí se hace todo a pedir de boca.
Martín se arrodilla.
Juanito vuelve a la mesa del profesor y se sienta en ella. Silencio. Juanito tamborilea con los dedos sobre la mesa, aburrido.
JUANITO: Me apetece leer, pero tengo que vigilar la clase ( mirando a los niños que quedan en los pupitres) ¡Qué suerte tenéis vosotros, que podéis leer!
VICENTITO: Juanito, ¿podemos escribir el cuento del niño bueno de otra manera, poniéndoles nombres a los personajes?
JUANITO (dudando): No. El cuento del niño bueno es sagrado. Así es como le gustaba a Don Pío.
VICENTITO: Pero el cuento es el mismo. Solo les pondremos nombres a los personajes.
JUANITO (dudando): No. Eso está mal.
VICENTITO: ¿Por qué está mal?
JUANITO: Porque así le gusta a Don Pío.
VICENTITO: Pero esto es solo para nosotros.
JUANITO: No. El cuento tiene que ser el mismo para todos, con los mismos personajes, porque lo que le gusta a Don Pío, tiene que gustarnos también a nosotros.
VICENTITO: ¿Por qué?
JUANITO: Porque sí.
VICENTITO: ¿Y no podemos tener otra opinión?
JUANITO: No.
VICENTITO: ¿Por qué?
JUANITO: Porque no.
VICENTITO: ¿Y Si la tenemos?
JUANITO: Vicentito, me estás empezando a cansar con tus preguntas. ¿Quién es el mejor de la clase?
VICENTITO: Tú.
JUANITO: Pues entonces, cuando digo algo, no se discute, ¿estamos?
VICENTITO: Es que tú tampoco eres perfecto…
JUANITO: Soy más perfecto que tú, porque así le parece a Don Pío. Y si no te gusta, le echas azúcar, ¿vale?
VICENTITO: Vale, pero Don Pío dijo que nuestras opiniones so iguales.
JUANITO: Mi opinión no es igual a la tuya, porque yo mando y tú no.
VICENTITO: ¡No es justo!
JUANITO: ¡Castigado! Te has revelado contra mí.
Vicentito se levanta y se coloca en la pared.
GONZALITO: Juanito. Don Pío dijo que teníamos que ser como el niño bueno. Y tú no estás siendo como el niño bueno. Castigas a todo el mundo sin culpa.
JUANITO: ¡Otro! ¿Tú qué sabes del niño bueno? Suspendiste matemáticas…
GONZALITO: Eso no tiene que ver.
JUANITO: Tiene que ver porque no sabes.
GONZALITO: Pero sé lo que está bien y lo que está mal. Y tú obras mal.
JUANITO: Te equivocas.
GONZALITO: No.
JUANITO: ¡Castigado por desobedecer mis órdenes y acusarme!
Gonzalito se levanta y se coloca en la pared. Solo queda María en su pupitre.
JUANITO: Ya veréis cuando llegue el profesor y os vea a todos castigados… La que se va a armar…
María tiene miedo y empieza a llorar.
JUANITO: ¿Por qué lloras, María?
MARÍA (sollozando): Porque tengo miedo.
JUANITO: ¿Y de qué tienes miedo?
MARÍA: De ti.
JUANITO: ¿Por qué?
MARÍA: Porque eres malo.
JUANITO: ¿Que yo soy malo? ¡Castigada!
La misma clase. Todos los niños están castigados en la pared. Cuatro de ellos están de rodillas. Juanito, aburrido, pasea por la clase mientras habla solo.
JUANITO: ¡Qué vergüenza! Soy el único que me porto bien. Ahora es cuando se descubren las cosas. Cuando vuelva Don Pío, me dará un premio por mi lealtad, y a vosotros ( señalando a los niños) os castigará como merecéis.
MARTÍN: ¿Todavía más?
Los niños ríen.
JUANITO: ¡Basta de charla! No penséis que porque estás de rodillas, Martín, tus faltas van a quedar impunes. Pues yo soy lo suficientemente listo, y se me ocurrirán nuevos correctivos que imponeros. Así que mano a la boca, que en boca cerrada no entran moscas.
Silencio durante unos segundos. Juanito está preocupado. Se rasca la cabeza, intenta calmarse pero no puede. En voz baja dice “Maldita sea”. Los niños lo miran.
JUANITO: Me están entrando ganas de ir al baño… No puedo evitarlo… Voy a tener que dejaros un instante. Que nadie se mueva.
ISABELITA (protestando): De eso nada, si a mí no me has dejado ir al baño, no irás tampoco tú.
JUANITO (pensando): Tienes razón… Pues, ¿sabes lo que te digo? Te retiro el castigo y te doy dispensa para que puedas ir al baño, pero has de volver conmigo.
Los niños forman murmullo.
JUANITO: ¡A callar!
GONZALITO: Si ella puede ir al baño, yo también quiero ir.
MARTÍN: Y yo.
VICENTITO: Y Yo.
JAVIER: Y yo.
SAMUEL: Y yo.
ELISITA: Y yo.
MARÍA: Y… yo.
JUANITO: ¡Basta! ¡No puede quedar la clase sola!
MARTÍN: Pues no vayas tú al baño.
JUANITO (pensando): No. Se me ocurre otra idea. Iré primero yo y después vosotros de uno en uno.
VICENTITO: ¿Y por qué primero tú?
JUANITO: Porque soy el que manda y tengo prioridad sobre vosotros ( Juanito se sonríe después de esta idea) Así que esperad por mí… Mientras estoy fuera, el que se mueva tiene doble castigo (sale)
Los niños, inmediatamente después de que salga Juanito, se reúnen en corrillo y hablan.
VICENTITO: No podemos dejar que nos siga vigilando así. Esto es insoportable.
CORO DE NIÑOS: ¡Sí! ¡Es insoportable!
ELISITA: Pero Don Pío le ha dado autoridad para que nos vigile.
VICENTITO: Es verdad. Pero él está actuando en contra de la lógica, así que la lógica dice que hay que destituirlo.
LOS NIÑOS: ¡Bieeeen! ¡Viva Vicentito!
VICENTITO: Vamos a hacer un plan. Nosotros somos más fuertes que él, así que cuando vuelva del baño, nos echamos a él todos juntos y le obligamos a dimitir.
LOS NIÑOS: ¡sí! ¡Viva Vicentito!
Se refugian detrás de la puerta. Cuando vuelve Juanito, se echan sobre él.
JUANITO (protestando): ¡Eh! ¿Pero estáis locos? ¡Dejadme en paz u os castigo!
VICENTITO: No te dejaremos en paz hasta que no reconozcas que has incumplido con tu obligación y que vas a dimitir.
JUANITO: ¡Dimitir yo! ¡El mejor de la clase! ¡No!
Los niños lo golpean.
VICENTITO: Si no dimites, no te dejaremos en paz.
LOS NIÑOS (gritando): ¡Dimite, Juanito!
JUANITO: No dimito, no dimito.
LOS NIÑOS (más fuerte): ¡Dimite, Juanito!
VICENTITO: Todos quieren que dimitas.
JUANITO: Vosotros no sois nada. Don Pío es el que…
VICENTITO: Nosotros, ahora, somos los que mandamos, porque tú has incumplido.
JUANITO (dudando): Pero eso no es lo que dice el cuento del niño bueno. Vosotros no hacéis lo que dice el cuento del niño bueno…
VICENTITO: Tú tampoco lo has hecho, y tenías que dar ejemplo.
JUANITO (se calla y baja la cabeza)
VICENTITO: ¿Dimites?
LOS NIÑOS: ¡Dimite, Juanito!
JUANITO (renunciando a todo): Haced lo que queráis… Ya os ajustará las cuentas Don Pío.
LOS NIÑOS (gritando): ¡Bieeeeeen! ¡Viva Vicentito!
Los niños abrazan a su líder.
LOS NIÑOS: ¡Vicentito delegado!
VICENTITO (sentándose en la mesa del profesor): Bueno, muchas gracias por vuestro apoyo… Ahora, sentaos cada uno en su pupitre. Tú también, Juanito.
Todos se sientan.
VICENTITO (sentado): Ahora, todo el mundo a leer el cuento del niño bueno.
LOS NIÑOS: ¡Bieeeeen!
Los niños sacan los libros y comienzan a leer. Segundos de silencio. De repente, se oye la voz de Juanito leyendo en voz alta.
MARTÍN (quejándose): ¡Que se calle Juanito! ¡Está molestando a los demás!
VICENTITO: Juanito, no molestes.
JUANITO (con malicia): ¿Qué pasa? ¿No tengo libertad para leer en voz alta?
VICENTITO: Si molestas, no.
JUANITO: Pues entonces no puedo leer.
VICENTITO: No leas.
JUANITO: Si no leo, entonces me aburro…
VICENTITO: Nadie tiene la culpa.
JUANITO: Y Si me aburro, sufro por culpa vuestra…
GONZALITO: ¡Que se calle ya!
VICENTITO: Juanito, tienes que obedecer las normas.
JUANITO (protestando): Esto no me gusta.
VICENTITO: Pero tienes que aceptarlo. Has dimitido.
Silencio durante unos segundos.
ELISITA: Vicentito, Isabelita todavía quiere ir al baño, ¿la vas a dejar?
VICENTITO: Claro. Las normas antiguas ya no rigen.
Isabelita se levanta y sale.
JUANITO (con malicia): Yo también quiero ir al baño.
VICENTITO: No irás, Juanito, porque tú tampoco has dejado ir a los demás.
Segundos de silencio.
JUANITO: Vicentito…
VICENTITO: ¿Qué?
JUANITO: ¿Por qué eres tú el delegado?
VICENTITO: Porque me han elegido.
JUANITO (mirando a los otros niños): ¿A nadie le apetece ser delegado?
Todos levantan la mano.
JUANITO: Parece que nadie está de acuerdo en que seas tú el delegado.
VICENTITO (apretando los puños): ¡Cállate!
JUANITO: ¿Por qué tengo que callarme?
VICENTITO: Ellos me han elegido.
JUANITO: Y Ahora parecen haber cambiado de opinión.
MARÍA (levantando la mano): A mí… me gustaría ser delegada mucho.
MARTÍN: ¡Cállate! Tú eres una niña, y las niñas no son delegadas.
JUANITO (con malicia): ¿Por qué?
MARTÍN: Porque sí. Porque no es costumbre.
JUANITO: Pero tampoco es costumbre que Vicentito haya ocupado el cargo de delegado utilizando esos métodos…
VICENTITO (levantándose): ¡Eh! ¡Eh! ¡Que no haya barullo! ¡ A leer el cuento del niño bueno!
JUANITO: Vaya, a Vicentito no le gusta que hablemos de este tema…
VICENTITO: Las cosas se hacen una vez y ya está.
JUANITO: Porque lo dices tú…
VICENTITO: Soy el que mando.
JUANITO: con el apoyo de los demás niños…
VICENTITO: ¡Cállate, Juanito, te voy a castigar!
JUANITO. ¿Pero esa no era la norma antigua? Vicentito empieza a incumplir su programa… Yo apoyo a María para que sea delegada.
En este momento entra Isabelita en la clase.
JUANITO: ¿Y Tú qué dices, Isabelita? ¿Prefieres que María sea delegada o no? Ella es tu amiga.
ISABELITA (dudando): Sí
VICENTITO (enfadado): ¡Traidor! ¡Eso no vale!
JUANITO: Aquí vale todo.
VICENTITO (echándose al cuello de Juanito): Te voy a pegar…
ELISITA: ¡Basta! ¡Esto no puede ser! María, tú ibas a ser elegida… Haz algo.
Los otros niños comienzan a pelearse también.
MARÍA (subiendo a la mesa del profesor): ¡Parad! ¡Parad! ¡Ahora mando yo!
Los niños siguen peleando.
La misma clase. Los pupitres y las sillas volcados por el suelo. Los niños peleándose. María, desde la mesa del profesor, intenta poner orden.
MARÍA: Por favor… Por favor… Don Pío nos va a castigar a todos.
Isabelita y Elisita suben a la mesa del profesor para ayudar a su amiga.
ELISITA: ¡Se acabó, niños! ¡Ahora vamos a compartir la delegación nosotras!
Los niños miran a la mesa del profesor. Se echan a reír.
JAVIER: Nosotros no os apoyamos.
ELISITA: Pero nosotras tenemos la razón.
JAVIER: Pues comérosla si tenéis hambre.
Los niños se echan a reír.
ISABELITA: Son unos idiotas.
ELISITA: Pero no podemos hacer nada contra ellos.
ISABELITA: ¡Ya sé! Cuando vuelva Don Pío, los encontrará ahí peleándose y los castigará.
ELISITA: Tienes razón. ¡Que los castigue, para que aprendan!
La clase aparece dividida en dos facciones: por una parte los niños peleándose; por otra, las niñas en la mesa del profesor.
MARÍA: ¿Por qué no nos ponemos a leer nosotras el cuento del niño bueno?
ELISITA: Buena idea. Así, Don Pío nos premiará cuando vuelva por haber dado ejemplo a los niños.
Las niñas cogen los libros en sus pupitres y empiezan a leer.
ELISITA: María, ¿por qué no lees un párrafo en voz alta? Es que tengo curiosidad por saber cómo lees.
MARÍA: Es que leo mal…
Elisita le da un codazo a Isabelita y ambas se apartan de María.
ELISITA (a Isabelita, en voz baja): ¿Sabes? A mí me parece un poco tonta.
ISABELITA (riendo): Sí. No sabe ni leer. (después de un rato) Oye, ¿y tú cómo lo haces?
Elisita lee una frase.
ISABELITA: A ver yo (lee otra frase)
ELISITA: Lo haces bien. Pero te falta un poco para hacerlo como yo.
ISABELITA: Yo lo hago mejor que tú.
ELISITA: No.
ISABELITA: Sí.
ELISITA: No.
IISABELITA: Sí.
ELISITA: Eres tonta.
ISABELITA: Tonta tú.
Las dos niñas se enfadan. María, sola, comienza a llorar. La clase se alborota. En este instante, entra Don Pío en clase. Todos, aterrados, se colocan en sus pupitres, presintiendo el castigo.
DON PÍO (mirando el desorden): Pero, ¿qué es esto? Juanito… ¿No te nombré encargado de la clase? ¡Mira cómo la he dejado y cómo la recibo!
JUANITO (desde su asiento): No es culpa mía… Los niños me desobedecieron y me obligaron a que dimitiese por la fuerza.
DON PÍO (limpiando la mesa del profesor): Así que se amotinaron… Pues que se vayan preparando para el castigo.
VICENTITO (también desde el asiento): ¡Juanito incumplió sus obligaciones y se puso a castigar a todo el mundo sin razón! Isabelita quiso ir al baño, y él la puso en la pared.
MARTÍN: Es verdad. A mí me castigó con Gonzalito por querer leer el cuento del niño bueno.
CORO DE NIÑOS: ¡Y a mí! ¡Y a mí! ¡Y a mí!
DON PÍO (dando una palmada en la mesa): ¡Orden! ¡Orden! ¡Caramba, estáis alborotadísimos! ¡No se os puede dejar solos! Supongo que la culpa no ha sido de ninguno… sino mía, por haberos dejado solos tanto tiempo. Que la responsabilidad recaiga sobre mí. Por lo demás, en este periodo de ausencia mía sospecho que habéis aprendido más que en todas las lecciones que os he enseñado hasta ahora… Habéis aprendido cuál es el fundamento de la naturaleza humana, que ya desde la infancia se manifiesta. Cada uno quiere lo mejor para sí, olvidándose del bien común y de la cohesión del grupo, que es la base del orden y de la verdad. Cuando nos encontramos con dificultades, preferimos salvarnos a nosotros mismos que ayudar a los demás, y fracasamos, porque todos dependemos de todos para existir dignamente. La humanidad está destinada a convivir. Lo que nos une a unos con los otros es la conciencia de nuestras necesidades, que son comunes a todos. Ese vínculo mutuo es como un fuego permanente que no se apaga, es el amor, que nos impide separarnos y nos modela a su imagen y semejanza. El amor, es decir, la conciencia del grupo, es lo que llamamos Dios, razón o ley. Dios vive en nosotros, cuando nos unimos en nuestras necesidades. Este es el significado del cuento del niño bueno, un individuo que se sacrificó por la supervivencia del grupo, renunciando a su necesidad para abrazar la de los demás. Que su ejemplo nos ilumine como una lámpara. Tengámoslo siempre presente y recordémoslo. Es la fábula más hermosa que nunca podrá escribirse. Sea histórica o no, su mensaje es justo y necesario. Nosotros, aunque a menudo no la cumplimos, en nuestros momentos difíciles la recordamos y nos hace sentir bien, enamorados de nuestros semejantes, o lo que es lo mismo, de la divinidad, que somos todos… Yo, aunque mayor que vosotros, también aprendo leyendo el cuento. Sí, he aprendido lo que es el hombre cuando regresé y os encontré enfrentados unos a otros, como nos encontrará a todos el final de los tiempos. Todos erramos. Lo importante es darnos cuenta de nuestros errores y hacer el propósito de rectificar, aunque no siempre lo consigamos… Y ahora, para predicar con el ejemplo, proclamo una amnistía general y os permito que salgáis al parque a jugar. Es hora de recreo.
LOS NIÑOS: ¡Bieeeeeeeen! ¡Somos libres!